Nació en Pradejón (Logroño) en el año 1906. Hijo del pastor de Logroño, don Domingo Heras y de doña Ascensión Benito, maestra de las escuelas evangélicas de Zaragoza, donde su esposo ejerció más tarde su pastorado.
Siendo muy joven, después de terminado el bachillerato, empezó sus experiencias en la Iglesia como maestro en las escuelas evangélicas de Bilbao, junto al pastor don Carlos Araujo. Abriéndose el Seminario Evangélico en Madrid, en la calle Noviciado,5, pasó a ser uno de los primeros alumnos del mismo. Terminados sus estudios y como ampliación de los mismos, ingresó en la Facultad de teología de Montpellier, donde cursó dos años más, adquiriendo un perfecto dominio del francés, lo cual le sirvió para mantener estrechas relaciones con las Iglesias francesas del país vecino.
Formado intelectual y teológicamente, fue llamado por la Misión Metodista de Cataluña para su primer pastorado en Pueblo Nuevo (Barcelona), ejerciendo tanto de maestro como de pastor.
En el año 1932 dejó dicho pastorado para atender la llamada de la Misión Presbiteriana en España, en Zaragoza, en donde su padre había sido pastor y su madre maestra, iglesia que en aquel entonces pasaba por una crisis que la había diezmado. Contrajo matrimonio en aquel mismo año con doña Eulalia Montel. En Zaragoza demostró verdaderamente su vocación, su arrojo, su valía y su entusiasmo.
Llegada la guerra española en 1936, empezó otra etapa de su vida y aun de su trabajo. Como pastor evangélico sufrió persecución como otros creyentes evangélicos. Él no fue una excepción. Se le detuvo y se le concentró como a tantos miles de españoles aragoneses en la plaza de toros de Zaragoza, sin acusación alguna. De allí pudo salir gracias a la intervención providencial de un residente alemán de influencia política en Zaragoza, y con un salvoconducto del gobernador civil, pudo pasar a Jaca y refugiarse en la casa pastoral que tenía la Misión Francesa del Alto Aragón, concretamente en el domicilio del pastor D.Salvador Ramirez. Mientras tanto patrullas, más o menos controladas, registraban su domicilio y su iglesia buscándole. Mientras dura su exilio en Jaca, y habiendo fallecido el pastor Ramirez, atiende a la sufrida y pequeña congregación fortaleciéndola con su aliento y firme fe.
Terminada la guerra civil, y en tiempos todavía revueltos y difíciles, vuelve a Zaragoza para hacerse cargo de la congregación aragonesa, cuyo lugar de cultos, en la calle San Pablo, había sido saqueado y expropiado por el régimen franquista y por la iglesia católica de la misma calle, que se apropió de los bancos y del armoniun, por lo que tuvo que celebrar los cultos en la casa de sus suegros, donde fue a vivir. Recuerdo todavía los cultos en esta casa donde todos los domingos el despacho pastoral y el dormitorio conyugal se convertía en la clase para la Escuela Dominical. A continuación, se celebraba el culto con toda solemnidad en el comedor contiguo y en el pasillo, para dar cabida a todos los asistentes. La visita de la policía de lo social era presente en muchos cultos, a fin de tomar nota de lo que allí se decía. La señal de la presencia de la policía era la oración final de intercesión de D. Benjamín “pedir por el jefe del gobierno y nuestras autoridades”.
D. Benjamín tenía una familia numerosa, y las ayudas del extranjero eran pocas e insuficientes. Tanto era asi que tuvo que dedicarse a un trabajo secular, de agente comercial, que él transfomó pronto en un verdadero pastorado itinerante, visitando regularmente, mientras hacía su trabajo, las congregaciones de Santander, Bilbao, San Sebastián, Logroño, Pradejón, Jaca, Lalueza y Tauste…, alternándose con los pastores de Madrid que también se desplazaban hasta el Norte de España para mantener y fortalecer los pequeños grupos diezmados que todavía quedaban en aquellos lugares.
Con la valiosa colaboración de miembros venidos de Jaca y de pequeños pueblos de la Región, consolida la iglesia de Zaragoza y, con la ayuda inestimable de la “Misión Francesa del Alto Aragón”, compra una casa en la calle de Madre Sacramento, 34, en donde piensa tener un nuevo lugar de cultos en propiedad.
El deberá partir requerido por el Circuito Metodista de Barcelona para hacerse cargo de la iglesia de Tallers, y tras tres o cuatro años de estancia en Barcelona, y debido a una cierta tensión con el Superintendente de la Misión Metodista, la Comisión Permanente de la IEE le encarga la pastoración de Málaga, que, por carecer de pastor durante muchos años, aunque había sido atendida con toda fidelidad por el evangelista Sr. Pimentel, había quedado reducida a la mínima expresión. Nuevamente a empezar la reconstrucción, como en Zaragoza y como en las iglesias del Norte. Y él, con su actividad de siempre, con su buen ánimo peculiar y con su entrega y simpatía desbordantes, rehace la congregación, hasta tal punto que llegó a ser la más numerosa de toda Andalucía.
Aparejada a la iglesia de Málaga pastoreó también la de Los Rubios, y comienzan sus trabajos por la construcción de una Residencia en la ruinosa propiedad de esta iglesia. Durante los veintitrés años que duró su pastorado celebró campamentos de niños y de jóvenes. Invirtió muchos años en convencer a todos de la necesidad de una Residencia para lo cual buscó apoyos en el extranjero y nacionales, y cuando parece próxima la hora de edificar, el Señor le llamó a su presencia, el día 23 de septiembre de 1977.
El gran testimonio de fe que dejó, no sólo en Málaga sino en toda Andalucía, siendo uno de los fundadores del primer Consejo pastoral andaluz, ocupando en él varios cargos tuvo una gran impronta en esa región. Fue un gran recopilador de datos de la Historia de nuestra Iglesia, gracias a él se han conservado y salvado muchos de ellos. Recorrió toda Andalucía visitando todas y cada una de nuestras Congregaciones tanto como pastor como Presidente del Presbiterio, valiéndose para ello de los casi únicos medios de comunicación que eran los autobuses renqueantes de aquellos años, ya que los ferrocarriles prestaban míseros servicios.
El día de su entierro, fue una gran manifestación de duelo en toda la ciudad malagueña. Se había granjeado la amistad del pueblo que había ido a servir. Como gran ecumenista que había sido, tuvo la simpatía de muchísimos católicos, y en el culto fúnebre en la calle Ollerías, en el primer banco, entre varias personalidades, se encontraba su buen amigo el obispo de Málaga Sr. Buxarais, quien al salir el féretro con los restos de D. Benjamín, dio orden de que todas las iglesias católicas tocaran las campanas en señal de duelo.
Pastor de auténtica vocación hasta el último de sus suspiros, y el día de su muerte en su delirio oficiaba su postrer culto de Santa Cena. Junto a la cabecera de su cama parecía oírse: “Bien, buen siervo y fiel entra en el gozo de tu Señor”.
Pablo García Rubio
Barcelona 24 de Junio de 2009
BIBLIOGRAFÍA:
Archivo de las Antiguas Iglesias Metodistas de Cataluña y Baleares.
Semblanzas. Francisco García Navarro. Editorial Clie. Tarrasa, 1982
La Iglesia Evangélica Española. Iglesia Protestante. 125 años de vida y testimonio. Pablo García Rubio. Departamento de Publicaciones de la IEE. Barcelona, 1994